Los alimentos que cuidan tu fertilidad
julio 12, 2016
Conoce en tips super salud, los alimentos que cuidan tu fertilidad
La alimentación es uno de los factores que pueden influir en el complejo equilibrio que favorece la fecundación. Elegir alimentos sanos y variados que aporten los nutrientes necesarios sin alterar el equilibrio hormonal es una de las claves de la fertilidad
En la mayoría de países europeos la tasa de natalidad ha disminuido incluso por debajo del nivel de reemplazo generacional. En España se ha pasado de 21 nacimientos por mil habitantes en 1960 a 10,6 en el año 2011. Este descenso se debe principalmente al cambio del modelo social, pero diversos factores ambientales podrían afectar también a la capacidad reproductiva tanto del hombre como de la mujer.
Según la Organización Mundial de la Salud se considera que una pareja es infértil cuando no logra el embarazo tras intentarlo durante un año.
En España se calcula que se hallan en esta situación unas 800.000 parejas, entre un 15 y un 20% de las que están en edad fértil. En un 40% de los casos las causas de la infertilidad son de origen femenino; en otro 40%, masculino; y en el 20%, mixtas o desconocidas.
Pero las cifras podrían ser aún más elevadas, pues el cálculo se basa en las parejas que buscan ayuda y no tiene en cuenta las que renuncian sin hacerlo. Las causas de infertilidad pueden ser muy variadas; se han identificado asimismo diversos factores relacionados con el estilo de vida que aumentan la probabilidad de padecerla, principalmente la edad, la alimentación, el estrés oxidativo, los contaminantes ambientales, las variaciones del peso corporal y el consumo habitual de tabaco, alcohol y cafeína. La edad afecta fundamentalmente a la mujer, mientras que en el hombre su influencia no es tan decisiva.
La reserva ovárica disminuye a partir de los 25 años y su descenso se acelera a los 35, lo que reduce las posibilidades de embarazo. A esto se suma un deterioro en la calidad de los Óvulos, En las mujeres que retrasan la maternidad, algo cada vez más habitual, la búsqueda del hijo ya no coincide con el pico de fertilidad.
En cuanto a la alimentación no existen panaceas, pero se admite con muy pocas dudas que una alimentación equilibrada y variada es importante a la hora de favorecer la fertilidad. Como veremos a continuación, en el delicado equilibrio que hace posible la fecundación es esencial el papel de determinados nutrientes.
MÁS GRASAS «BUENAS»
En la mujer se ha relacionado una alimentación pobre en grasas con alteraciones del ciclo menstrual. También se ha asociado con la infertilidad femenina el consumo excesivo de grasas trans. En los hombres, la membrana de los espermatozoides contiene altas concentraciones de ácidos grasos poliinsaturados, sobre todo omega-3, que le dan la fluidez necesaria para fecundar. El consumo de omega-3-cuyas mejores fuentes son el pescado azul y ciertos frutos secos y semillas-es insuficiente en los países occidentales en beneficio de los omega-6.
Esto debería tenerse en cuenta, pues se ha observado una correlación entre su consumo y parámetros de calidad espermática como la concentración y movilidad. Estos ácidos grasos pueden además oxidarse, por lo que una sobrecarga oxidativa puede alterar la composición de las membranas de los espermatozoides y reducir la fertilidad.
VITAMINAS Y MINERALES BÁSICOS
El líquido seminal contiene compuestos antioxidantes. Su función es contrarrestar los daños que los radicales libres pudieran causar tanto al esperma como a los ovocitos o incluso al embrión, haciendo peligrar su implantación en el útero. Lil esin/sox ¡dativo afecta, pues, a las funciones básicas que determinan el éxito de un embarazo. Una dieta rica en antioxidantes como las vitaminas C y E, los carotenoides, el selenio y los polifenoles mejora los parámetros espermáticos y la viabilidad del embarazo. Alimentos como los cítricos y la mayoría de verduras y hortalizas actuarían en este sentido.
Otras vitaminas esenciales son los folatos, que intervienen en la síntesis del ADN y del ARN. Su déficit en el embara/o se asocia a malformaciones congénitas y mayor riesgo de embarazo no viable. La vitamina E también se ha relacionado con la fertilidad, ya que en animales de laboratorio su carencia produce esterilidad. Sin embargo, aunque antaño se la llegó a denominar «factor antiesterilidad» su utilidad en la fertilidad no ha sido comprobada.
Otra vitamina cuya carencia se asocia a infertilidad femenina es la B12, de presencia casi exclusiva en alimentos de origen animal. En dietas vegetarianas estrictas esta circunstancia, unida a la menor calidad de las proteínas ingeridas, podría explicar que una misma pérdida de peso pueda afectar más al ciclo menstrual que en una alimentación convencional u ovolacteo vegetariana.
En la fertilidad masculina también es básico el cinc, un mineral relacionado con la funcionalidad y el número de espermatozoides, así como la síntesis de testosterona. Por ello, alimentos ricos en cinc -las ostras, el marisco, la carne y el pescado, pero también los quesos y cereales integrales- son adecuados para mantener la fertilidad.
PROTEÍNAS EN EQUILIBRIO
El consumo excesivo de proteínas de origen animal se ha asociado a un mayor riesgo de infertilidad de origen ovulatorio frente a consumos moderados y una mayor ingesta de proteínas de origen vegetal. En el caso de los hombres, los datos al respecto son menos concluyentes. Entre los aminoácidos que componen las proteínas destaca la arginina, precursora del óxido nítrico, que mejora el flujo sanguíneo. El pene es extremadamente rico en tejido vascular, por lo que un buen aporte de arginina, que aumenta la presencia de óxido nítrico, ayudaría a mejorar y mantener la erección. Algunos alimentos ricos en arginina son los frutos secos, especialmente las nueces y los cacahuetes.
LOS CONTAMINANTES AMBIENTALES
El rápido y generalizado incremento de la obesidad y de la prevalencia de la infertilidad en estas últimas décadas hace pensar en la posible influencia de factores ambientales. El sistema hormonal, a través de las glándulas, secreta sustancias que controlan funciones esenciales del organismo como el crecimiento corporal, el metabolismo y la reproducción.
Hoy se sabe que existen sustancias químicas extrañas al organismo, naturales y artificiales, que pueden llegar a perturbar el equilibrio hormonal y provocar efectos indeseables en la persona o incluso en su descendencia. Se trata de los disruptores endocrinos, en su mayor parte restos de plaguicidas u otros compuestos usados en la industria agroalimentaria y algunos plásticos y cosméticos.
Constituyen una seria amenaza para la salud, tanto por ejercer una acción directa sobre el organismo como porque pueden acceder a él por vía oral, cutánea o respiratoria. Estas sustancias pueden interferir con una hormona en cualquier etapa de su ciclo natural, es decir, en su síntesis, transporte y fijación con el receptor, actuando por mimetismo de la acción fisiológica (agonistas) o, por el contrario, inhibiéndola (antagonistas), o incluso impidiendo su eliminación, lo que aumenta los niveles sanguíneos de esa hormona. Los datos obtenidos hasta ahora proceden en su mayoría de estudios experimentales con animales o de trabajos epidemiológicos con poblaciones humanas cuyos resultados no han sido siempre concluyentes ni coincidentes.
Pero las evidencias existentes obligan a extremar la precaución y a investigar más a fondo los efectos de los contaminantes en la salud general y la fertilidad. En relación con la fertilidad se han descrito diversos efectos potenciales de los disruptores endocrinos: alteración de la producción y calidad del esperma y del aparato reproductor masculino, afectación de la función ovárica, la fertilidad femenina o la implantación del embrión, y alteraciones en la maduración sexual. Entre las afectaciones al aparato reproductor masculino se halla el síndrome de disgenesia testicular, debido a alteraciones hormonales durante la vida fetal.
Pueden aparecer malformaciones en el recién nacido como la criptorquidia (ausencia de uno o ambos testículos) o el hipospadias (malformación de la uretra), así como alteraciones de la espermatogénesis con disminución del potencial de fertilidad. Las hipótesis sobre la fertilidad femenina tiene menos consistencia.
LA INFLUENCIA DEL PESO CORPORAL
Existe una clara relación entre menor fertilidad y variaciones del peso en ambos sexos, tanto si hay obesidad como infrapeso: en ambos casos se producen alteraciones hormonales que interfieren en la capacidad reproductiva. Un estado de malnutrición, por su parte, reduce la fertilidad, ya que puede alterar el crecimiento de los folículos ováricos en la mujer o de los espermatozoides en el hombre.
Es lo que ocurre, por ejemplo, en la anorexia nerviosa, donde la exagerada delgadez produce una inhibición de las hormonas sexuales o un retraso de la maduración sexual en la pubertad. En las mujeres obesas, especialmente si la grasa se concentra en el abdomen, son más probables las alteraciones en la ovulación, que mejoran al perder peso.
Estudios recientes han establecido que el tejido graso es el destino de algunos contaminantes ambientales, en especial de los disruptores endocrinos y los contaminantes orgánicos persistentes (COP). La exposición perinatal a ciertos disruptores podría, además, incrementar el riesgo de obesidad y de otros trastornos metabólicos en la edad adulta.
La alimentación es uno de los factores que pueden influir en el complejo equilibrio que favorece la fecundación. Elegir alimentos sanos y variados que aporten los nutrientes necesarios sin alterar el equilibrio hormonal es una de las claves de la fertilidad
En la mayoría de países europeos la tasa de natalidad ha disminuido incluso por debajo del nivel de reemplazo generacional. En España se ha pasado de 21 nacimientos por mil habitantes en 1960 a 10,6 en el año 2011. Este descenso se debe principalmente al cambio del modelo social, pero diversos factores ambientales podrían afectar también a la capacidad reproductiva tanto del hombre como de la mujer.
Según la Organización Mundial de la Salud se considera que una pareja es infértil cuando no logra el embarazo tras intentarlo durante un año.
En España se calcula que se hallan en esta situación unas 800.000 parejas, entre un 15 y un 20% de las que están en edad fértil. En un 40% de los casos las causas de la infertilidad son de origen femenino; en otro 40%, masculino; y en el 20%, mixtas o desconocidas.
Pero las cifras podrían ser aún más elevadas, pues el cálculo se basa en las parejas que buscan ayuda y no tiene en cuenta las que renuncian sin hacerlo. Las causas de infertilidad pueden ser muy variadas; se han identificado asimismo diversos factores relacionados con el estilo de vida que aumentan la probabilidad de padecerla, principalmente la edad, la alimentación, el estrés oxidativo, los contaminantes ambientales, las variaciones del peso corporal y el consumo habitual de tabaco, alcohol y cafeína. La edad afecta fundamentalmente a la mujer, mientras que en el hombre su influencia no es tan decisiva.
La reserva ovárica disminuye a partir de los 25 años y su descenso se acelera a los 35, lo que reduce las posibilidades de embarazo. A esto se suma un deterioro en la calidad de los Óvulos, En las mujeres que retrasan la maternidad, algo cada vez más habitual, la búsqueda del hijo ya no coincide con el pico de fertilidad.
En cuanto a la alimentación no existen panaceas, pero se admite con muy pocas dudas que una alimentación equilibrada y variada es importante a la hora de favorecer la fertilidad. Como veremos a continuación, en el delicado equilibrio que hace posible la fecundación es esencial el papel de determinados nutrientes.
MÁS GRASAS «BUENAS»
En la mujer se ha relacionado una alimentación pobre en grasas con alteraciones del ciclo menstrual. También se ha asociado con la infertilidad femenina el consumo excesivo de grasas trans. En los hombres, la membrana de los espermatozoides contiene altas concentraciones de ácidos grasos poliinsaturados, sobre todo omega-3, que le dan la fluidez necesaria para fecundar. El consumo de omega-3-cuyas mejores fuentes son el pescado azul y ciertos frutos secos y semillas-es insuficiente en los países occidentales en beneficio de los omega-6.
Esto debería tenerse en cuenta, pues se ha observado una correlación entre su consumo y parámetros de calidad espermática como la concentración y movilidad. Estos ácidos grasos pueden además oxidarse, por lo que una sobrecarga oxidativa puede alterar la composición de las membranas de los espermatozoides y reducir la fertilidad.
VITAMINAS Y MINERALES BÁSICOS
El líquido seminal contiene compuestos antioxidantes. Su función es contrarrestar los daños que los radicales libres pudieran causar tanto al esperma como a los ovocitos o incluso al embrión, haciendo peligrar su implantación en el útero. Lil esin/sox ¡dativo afecta, pues, a las funciones básicas que determinan el éxito de un embarazo. Una dieta rica en antioxidantes como las vitaminas C y E, los carotenoides, el selenio y los polifenoles mejora los parámetros espermáticos y la viabilidad del embarazo. Alimentos como los cítricos y la mayoría de verduras y hortalizas actuarían en este sentido.
Otras vitaminas esenciales son los folatos, que intervienen en la síntesis del ADN y del ARN. Su déficit en el embara/o se asocia a malformaciones congénitas y mayor riesgo de embarazo no viable. La vitamina E también se ha relacionado con la fertilidad, ya que en animales de laboratorio su carencia produce esterilidad. Sin embargo, aunque antaño se la llegó a denominar «factor antiesterilidad» su utilidad en la fertilidad no ha sido comprobada.
Otra vitamina cuya carencia se asocia a infertilidad femenina es la B12, de presencia casi exclusiva en alimentos de origen animal. En dietas vegetarianas estrictas esta circunstancia, unida a la menor calidad de las proteínas ingeridas, podría explicar que una misma pérdida de peso pueda afectar más al ciclo menstrual que en una alimentación convencional u ovolacteo vegetariana.
En la fertilidad masculina también es básico el cinc, un mineral relacionado con la funcionalidad y el número de espermatozoides, así como la síntesis de testosterona. Por ello, alimentos ricos en cinc -las ostras, el marisco, la carne y el pescado, pero también los quesos y cereales integrales- son adecuados para mantener la fertilidad.
PROTEÍNAS EN EQUILIBRIO
El consumo excesivo de proteínas de origen animal se ha asociado a un mayor riesgo de infertilidad de origen ovulatorio frente a consumos moderados y una mayor ingesta de proteínas de origen vegetal. En el caso de los hombres, los datos al respecto son menos concluyentes. Entre los aminoácidos que componen las proteínas destaca la arginina, precursora del óxido nítrico, que mejora el flujo sanguíneo. El pene es extremadamente rico en tejido vascular, por lo que un buen aporte de arginina, que aumenta la presencia de óxido nítrico, ayudaría a mejorar y mantener la erección. Algunos alimentos ricos en arginina son los frutos secos, especialmente las nueces y los cacahuetes.
LOS CONTAMINANTES AMBIENTALES
El rápido y generalizado incremento de la obesidad y de la prevalencia de la infertilidad en estas últimas décadas hace pensar en la posible influencia de factores ambientales. El sistema hormonal, a través de las glándulas, secreta sustancias que controlan funciones esenciales del organismo como el crecimiento corporal, el metabolismo y la reproducción.
Hoy se sabe que existen sustancias químicas extrañas al organismo, naturales y artificiales, que pueden llegar a perturbar el equilibrio hormonal y provocar efectos indeseables en la persona o incluso en su descendencia. Se trata de los disruptores endocrinos, en su mayor parte restos de plaguicidas u otros compuestos usados en la industria agroalimentaria y algunos plásticos y cosméticos.
Constituyen una seria amenaza para la salud, tanto por ejercer una acción directa sobre el organismo como porque pueden acceder a él por vía oral, cutánea o respiratoria. Estas sustancias pueden interferir con una hormona en cualquier etapa de su ciclo natural, es decir, en su síntesis, transporte y fijación con el receptor, actuando por mimetismo de la acción fisiológica (agonistas) o, por el contrario, inhibiéndola (antagonistas), o incluso impidiendo su eliminación, lo que aumenta los niveles sanguíneos de esa hormona. Los datos obtenidos hasta ahora proceden en su mayoría de estudios experimentales con animales o de trabajos epidemiológicos con poblaciones humanas cuyos resultados no han sido siempre concluyentes ni coincidentes.
Pero las evidencias existentes obligan a extremar la precaución y a investigar más a fondo los efectos de los contaminantes en la salud general y la fertilidad. En relación con la fertilidad se han descrito diversos efectos potenciales de los disruptores endocrinos: alteración de la producción y calidad del esperma y del aparato reproductor masculino, afectación de la función ovárica, la fertilidad femenina o la implantación del embrión, y alteraciones en la maduración sexual. Entre las afectaciones al aparato reproductor masculino se halla el síndrome de disgenesia testicular, debido a alteraciones hormonales durante la vida fetal.
Pueden aparecer malformaciones en el recién nacido como la criptorquidia (ausencia de uno o ambos testículos) o el hipospadias (malformación de la uretra), así como alteraciones de la espermatogénesis con disminución del potencial de fertilidad. Las hipótesis sobre la fertilidad femenina tiene menos consistencia.
LA INFLUENCIA DEL PESO CORPORAL
Existe una clara relación entre menor fertilidad y variaciones del peso en ambos sexos, tanto si hay obesidad como infrapeso: en ambos casos se producen alteraciones hormonales que interfieren en la capacidad reproductiva. Un estado de malnutrición, por su parte, reduce la fertilidad, ya que puede alterar el crecimiento de los folículos ováricos en la mujer o de los espermatozoides en el hombre.
Es lo que ocurre, por ejemplo, en la anorexia nerviosa, donde la exagerada delgadez produce una inhibición de las hormonas sexuales o un retraso de la maduración sexual en la pubertad. En las mujeres obesas, especialmente si la grasa se concentra en el abdomen, son más probables las alteraciones en la ovulación, que mejoran al perder peso.
Estudios recientes han establecido que el tejido graso es el destino de algunos contaminantes ambientales, en especial de los disruptores endocrinos y los contaminantes orgánicos persistentes (COP). La exposición perinatal a ciertos disruptores podría, además, incrementar el riesgo de obesidad y de otros trastornos metabólicos en la edad adulta.
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